Artículo publicado hoy en el diario El País de España.

Artículo publicado hoy en el diario El País de España.

“La SGAE es una máquina de devorar caudillos”, decía uno de los empleados más antiguos de la entidad hace algún tiempo. Y como todos sus predecesores, Antón Reixa, su último presidente, pudo comprobarlo ayer. A él se lo han zampado en solo 15 meses. Tras una moción de censura que superó y una Asamblea de socios que se planteó como un plebiscito sobre su gestión, a la tercera fue a la vencida. En una votación realizada en la reunión de la Junta Directiva de ayer, se aprobó su destitución por 25 votos a favor, 12 en contra y una abstención. No tuvo ninguna posibilidad. Se fue de la Junta, bajó a la calle, se despidió de los empleados de seguridad, atendió a la prensa y se subió a su coche oficial por última vez. Liberado —más bien despojado— del cargo, dijo lo que verdaderamente piensa y lo que todo el mundo sabía. “Este edificio es diabólico. Las luchas de poder han ido mucho más allá de lo legítimo”.

La Junta de la SGAE, profundamente dividida y difícilmente reconciliable por su heterogénea naturaleza, deberá elegir un nuevo presidente el próximo jueves. El cineasta Miguel Hermoso, por ser el vicepresidente de mayor edad, estará hasta entonces al frente de la entidad. Como decía aquel empleado, se buscará a un nuevo caudillo, se le dejará gobernar un tiempo y, muy probablemente, se le volverá a derrocar. La única diferencia es que con la reforma de la Ley de Propiedad Intelectual sobre la mesa, una brutal caída de ingresos en la SGAE, una descomunal red inmobiliaria devaluada y unas disputas que han traspasado los límites de la política, la entidad está más cerca de la implosión que de la famosa refundación que se perseguía tras el escándalo de la operación Saga.

Reixa se equivocó en muchos nombramientos —especialmente en el del director de la zona noroeste, que le había dado una subvención a su productora meses antes— y no gestionó bien la desinversión de la red de teatros Arteria. Le acusaron de relajar el cobro de los derechos de autor para mejorar la imagen de la SGAE y de ser excesivamente presidencialista. Tuvo muchos “fallos de gestión”, como él reconoció. Pero todos sus problemas empezaron cuando el pasado marzo escribió una carta a los socios titulada Viva la música. Acusó a 11 autores de repartirse mediante un sistema de comisiones y porcentajes “fraudulentos” el dinero que genera la música que se emite de madrugada en programas televisivos. Concretamente 25 millones de euros desde 2005, habiendo registrado solamente entre esos 11 25.000 títulos. La maniobra, muy criticada por las formas en las que se publicitó, consiguió lo imposible: unir a todos sus opositores.

Dos de sus más cercanos colaboradores, Fermín Cabal y Antonio Onetti, le dieron la espalda ayer. Por eso, a su salida, Reixa dijo que ha sido “víctima del fuego cruzado de una red organizada y de algo que en la vida política se llama transfuguismo”. Ayer perdió también el apoyo de los editores, precisamente a quienes le habían acusado de estar favoreciendo con sus intentos por atajar el negocio de la música en las teles. El mundo al revés. Y a ese poderoso grupo intentará convencer ahora José Miguel Fernández Sastrón, que ya ha concurrido a dos elecciones, para que le den su apoyo si quiere ser presidente. Hasta hace poco, lo tenía prácticamente imposible. Pero en la SGAE esa palabra ya no existe. Ayer, hartos de todos estos líos, dimitieron otros dos miembros de la Junta: Miguel Ríos y José Luis Cuerda.

Reixa, que antes de la votación ofreció, sin éxito, convocar elecciones anticipadas en otoño, seguirá en la Junta Directiva. Podrá ver en qué acaba eso que él llama “la confluencia de intereses de los nostálgicos del pasado y los ambiciosos del futuro”. Porque, antes de irse, aseguró que todo este tiempo ha notado sombras del pasado (en referencia a la etapa del anterior presidente, Eduardo Teddy Bautista, a quien Reixa retiró la pensión vitalicia de 23.000 euros mensuales que iba a percibir tras su imputación y despido). Y así está ahora mismo la refundación de la SGAE.