Nota escrita por Lucy Kellaway, publicada hoy en el suplemento Economía del diario El Comercio.
Nota escrita por Lucy Kellaway, publicada hoy en el suplemento Economía del diario El Comercio.
Así es como funciona: una mujer exitosa escribeun libro sobre ser una mujer exitosa y luego otras mujeres escriben enfurecidos artículos acerca de ella y su libro. Así que he estado hojeando debidamente el libro “Involúcrense” (“Lean In”) de Sheryl Sandberg, intentando encontrar material para mi propia enfurecida columna, solo que no puedo encontrar nada sobre qué sentir rabia –o sentir algo en absoluto–. Estaba a punto de darme por vencida cuando me topé con un dato en una entrevista que hicieron a la autora en “The Times”. No tiene nada que ver con las mujeres o el éxito, o con involucrarse o echarse para atrás o incluso con mantenerse al margen.
Resulta que a Mark Zuckerberg le gusta mantener la sala de reuniones en Facebook a una fresca temperatura de 15°C. Aquí hay algo por lo que realmente puedo echar chispas. Este simple hecho evidencia todo tipo de cosas sobre la forma en la que hoy trabajamos. Nos habla sobre los jóvenes turcos de Silicon Valley. Nos habla sobre hombres y mujeres. Nos habla sobre la productividad y la falta de ella.
Pero, lo más importante, plantea la pregunta: ¿cuál es la temperatura correcta para trabajar? Se podría pensar que esto era algo fácil de saber. Sin embargo, hay una misteriosa ley que dice que las oficinas siempre tienen la temperatura equivocada: un calor abrasador en el invierno y glacial en el verano.
Académicos de Cornell han investigado el tema y concluido que el número mágico es 25°C. Realizaron una prueba al personal en una oficina de seguros y descubrieron que a esa temperatura el número de errores cometidos se reducía al mínimo.
Me parece imposible de creer. La temperatura en mi escritorio en este momento es 24,2°C (un hombre de mantenimiento me visitó con un termómetro). Es un calor agradable para mirar la tele en casa, pero es demasiado agradable para trabajar.
Es cierto que hasta la fecha no he cometido errores, pero es porque no he hecho ningún trabajo hasta ahora. La temperatura está diciendo: ¡Relájese! ¡Tómelo con calma!¡Revise el Twitter!
El problema con estar demasiado caluroso en el trabajo es que hay un límite para arreglarse la ropa. Cuando sientes frío, siempre puedes ponerte el abrigo. Por el contrario, yo me quito el saco al minuto de entrar a un lugar y me gustaría hacer lo mismo con mis pantalones de lana, pero el pudor me lo prohíbe.
En lugar de ello, a mi lado tengo un pequeño ventilador proporcionado por un colega emprendedor que los compra al por mayor por £4 en una venta de garaje. Me lanza aire de manera refrescante mientras escribo, aunque esta solución tiene un costo muy alto para mi cabello: termino el día pareciéndome a Barry Manilow.
El frío hace que tu mente se concentre. Trabajé mejor que nunca en una casa sin calefacción y con techo de paja que mis padres tenían en el campo. Estaba preparándome para mis exámenes finales, inclinada sobre un calentador eléctrico con unas 10 chompas puestas.