Noticias más o menos oficiales alarmaron a los interesados en la conservación del Patrimonio Cultural del Perú. Se suspendió la atención al público en el local del Museo de la Nación, en la Avda. Javier Prado sin que se informara al público las razones que orientaron tal decisión.

Noticias más o menos oficiales alarmaron a los interesados en la conservación del Patrimonio Cultural del Perú. Se suspendió la atención al público en el local del Museo de la Nación, en la Avda. Javier Prado sin que se informara al público las razones que orientaron tal decisión. De la noche a la mañana, sin preliminares de ningún tipo, unos funcionarios del gobierno decidieron por sí y ante sí, trasladar el Museo Nacional de Arqueología de la ciudad de Lima a extramuros como ocurrió en el virreinato que, de la noche a la mañana, se dispuso que los antiguos dueños del Tahuantinsuyo no podían permanecer en la capital de la nueva entidad creada como consecuencia de la conquista, quedando los nativos reducidos al sector del Cercado. ¿Se  repiten los mismos criterios y, en consecuencia, ni los indios ni sus obras, pueden permanecer en la capital del país? 

Si las cosas no han sucedido así, ¿Por qué entonces no han sido consultados al respecto ni el Colegio de Arquitectos ni el Colegio de Arqueólogos, la Sociedad de Historia ni ninguna de las Universidades que cultivan las especialidades del caso? Se ponen en peligro los especímenes de gran antigüedad y suma fragilidad al trasladarse –sin estudios previos- esos bienes de un lugar a otro, que presenta además altos índices de humedad y de salinidad ¿O no saben estos problemas, que obligarán a gastos millonarios solo en implementos de control del clima?

La mayoría de los testimonios antiguos en manos del Estado están por ahora en el Museo Nacional de Antropología, Arqueología e Historia de Pueblo Libre, en espacio que fuera ocupado por un Convento de Monjas, el que fuera destinado a Museo, luego de estar sin ocupación durante buen tiempo, por gestiones del Ministerio de Instrucción Público de 1930, realizadas por don Francisco Fabio Brenner, después del Concurso Público que eligió al Dr. Julio C. Tello Rojas, director de esa institución Museográfica. La gran cantidad de especímenes procedentes del antiguo Museo de Larco, en la Avda. Alfonso Ugarte, el extraordinario hallazgo de Macat Tampu, los producidos en Paracas (Ica), las donaciones de la Familia Frachia, etc., hicieron que el ámbito del terreno para ese fin fuera cada vez más reducido y, por lo tanto, ya en los años 40, por intervención de Víctor Raúl Haya de la Torre, se logró que la testamentaría de la familia Luna-Iglesias Luna-Cartland, que administraba la firma legal de Arca Parró, cediera el espacio que se desplazaba al lado del río Magdalena –desde la altura de los depósitos de Queirolo hasta la parte posterior del cuartel San Martín- fueran donados testamentariamente para construir el local necesario que custodiara los inmensos tesoros culturales que ya se sospechaban gracias a las expediciones que realizara el Dr. Tello.

Lamentablemente, en 1947, cuando ya se tenían avanzados algunos aspectos del futuro gran Museo, falleció el ilustre huarochirano, Padre de la Arqueología Peruana, y el proyecto quedó trunco, desviándose los fondos ya obtenidos, para mejorar los haberes del personal militar en servicio.

Hoy se quiere disponer de unos 500 millones de soles para los estudios que deberían concluir en la ejecución de un gigantesco edificio de siete niveles en Pachacámac, seguramente para competir con el Templo del Sol que los Incas levantaran en honor a su deidad mayor. Claro está, así se tendrá a indios y turistas lejos del centro de Lima, cumpliéndose el deseo de los antiguos hispanos. Bravo. 

Francisco Iriarte Brenner ha sido Jefe de Patrimonio Cultural de la Nación y fue Director del Instituto Indigenista del Perú, y Primer Decano del Colegio de Arqueólogos del Perú